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Hoy, al poner en orden mis cajones…

Paolo Borsellinopor Salvatore Borsellino

Hoy, al poner en orden mis cajones encontré, junto a muchas otras, esta carta que una persona llamada Luisa me mandó hace algún tiempo.
Como muchas otras, está dirigida a Paolo y como muchas otras la leí, me emocioné y después la guardé en un cajón.
Sin embargo, ahora se me ocurrió que hay una manera de que Paolo la reciba.
A menudo dije que al destrozar el cuerpo de Paolo cometieron un grandísimo error, porque los trozos de Paolo entraron en muchos de nosotros y dentro de nosotros siguen viviendo.
Si es así, entonces hay una manera de que esta carta le llegue a Paolo: hacer que todos la puedan leer y así será como si Paolo la leyera y no seré yo el único que experimente las emociones que estas cartas me dan.


Querido Paolo:

¿Sabes que no logro encontrarte?
Te busco todas las mañanas, entre la legión de personas que suben como un enjambre por las escalinatas del Tribunal de Palermo – una viejecita un poco encorvada, muchos abogados con sus clientes y yo, que soy solo una pasante – y aún no te veo.
Y si pienso que cuando te conocí tú eras para mí sobre todo un hermoso rostro sonriente, que bromea con otra persona simpática.
Mira, hace poco que empecé el primer año de escuela y tú ya habías fallecido cuatro años antes.
Yo no entendí nada, pero mi madre lloró, mi padre fue a tu entierro.
Tú te habías transformado en héroe, pero yo que tenía seis años no lo sabía.
Te miraba desde mi baja estatura de un metro y cinco centímetros y me parecías muy simpático. También despertabas mi curiosidad en aquella sábana blanca colgada en el corredor de mi escuela con esta frase escrita: “Las ideas de ustedes caminarán sobre nuestras piernas”.
No me acuerdo quién fue que me dijo que ese era Paolo Borsellino.
Te conocí así, como cuando alguien te presenta a un amigo de la familia y por mucho tiempo no supe nada de tu lucha.
Para mí eras solamente Paolo.
De a poco me fui enterando de quién eras, mientras que descubría aquella ciudad mía y tuya, Palermo, que te venera como si fueras un santo protector.
Desde aquel lejano día en que vi tu imagen, esa en la que hablas con Giovanni Falcone, busco y encuentro tu recuerdo en los lugares menos pensados.
Una amiga mía tiene tu fotografía colgada en la pared, junto con las de sus hijos. En el barrio “Il Capo” hay un restaurante que tiene una atrás de la caja registradora.
Y hace un mes, cuando empecé la pasantía en el tribunal, con la esperanza de algún día llegar a ser magistrado como fuiste tu, me perdí entre las imágenes de rostros serenos que adornan el ingreso principal del edificio, sonrientes como solo los justos saben ser.
Sin embargo, allí tampoco te encontré.
Desde ese momento, todas las mañanas antes de entrar en el edificio en el que trabajo, me tomo un minuto de tiempo para mirar ese mosaico de nombres, a la búsqueda de Paolo Borsellino.
No es que sea importante, ¿eh?
Porque en el tribunal, no hay rincón que no hable de ti.
Me gusta pensar que quizás una vez hayas apoyado tu abrigo sobre una silla un poco desvencijada, que se te haya caído un poco de ceniza sobre el alféizar en que yo me apoyo para tomar el café, que tú también hayas visto, a través de los vidrios sucios de arena y lluvia, lo que yo veo ahora.

Más allá de los monumentos grandiosos, de tu nombre que brilla con letras de oro en la Plaza de la Memoria, tengo la sensación de que un día te veré mientras, sentado en un banco al lado de una hilera de expedientes tambaleantes, me saludas.
Las lápidas, las estatuas, los discursos oficiales, sirven para recordarnos que fuiste un magistrado que luchó y venció.
A mí me gusta recordar que robabas los patos de la colección de Falcone (y le pedías un rescate), que el día en que te mataron tenías los zapatos agujereados.
Si hubieras sido mi padre, también habría pensado en ti y te habría querido de esta manera.

Por lo tanto te busco y, otra vez, no te encuentro.
Espero un día, por haberme aplicado mucho o por haber tenido mucha suerte, o quizás por ambas cosas a la vez, poder mirarme en el espejo y ver un poco de ti, del ejemplo que nos dejaste.
Hoy no es un día solemne ni un aniversario y sin embargo yo estoy pensando en ti.

Con cariño,

Luisa

Artículo original en italiano: https://www.19luglio1992.com/riordinando-oggi-i-miei-cassetti/

Traducción al español: Patricia M. Ferreira

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